3.02.2013

Desvélame así.


Las bocas rápidas jugando a las escondidas, perdiéndose entre los cuerpos y encontrándose de pronto, salvajes y caníbales, atragantándose mutuamente de sinsabores. El placer que sube jugueteando desde la punta de los pies y se enzarza en los músculos de la espalda que se arquea y las uñas que se engarzan contra el colchón. El tiempo que pasa y no sentimos, que deja sólo sus horas tiradas entre los jadeos que rebotan por la habitación, hasta que los jadeos se vuelven gemidos y el universo se cuela en la comisura de tu sonrisa satisfecha y de mis ojos que se tornan color éxtasis. Y luego nos enroscamos. Nos agazapamos entre nuestras pieles olvidando intencionalmente las sábanas que yacen celosas por ahí. Silencio. Tu saliva aún en mi boca hormiguea en busca de mis preguntas y me fumo un pucho cualquiera para dejar de temblar, uno de esos puchos que saben a orgasmo, ahumando lo que queda después de nosotros. Uno y dos, dos que se vuelven uno, nosotros. “¿Me amarías?” pregunto en susurros, y recibo por respuesta el húmedo contacto de tu lengua tragándose mis secretos destilados en sudor, haciendo que mi cuerpo se estremezca y esconda sentimientos a la par que nuestros huesos chocándose cuentan uno, dos, tres y volvemos a jugar.

1 comentario:

¡Tú! ¡Sí, tú! No te hagas rogar y coloreame un tanto..