9.04.2013


Tengo los gritos atados en la garganta porque se cansaron de rebotar contra las paredes, allá donde usted no los oía y por eso ahora hablo ronco y con cuidad, lo cual no significa que haya dejado de llamarla a gritos. Ando corriendo entre los callejones del olvido esperando encontrármela de frente y zambullirme un rato en esos ojos de infinito buscando no sé qué, quizá más pretextos para dejarla ir que todos los que llenan, con mala caligrafía, las servilletas que se me cruzan cuando tomo café recordándola a usted. Todos esos pretextos que se lleva el viento cuando el cuncho del café me revela que, de una u otra forma, no me deshago de la idea de que usted siempre va a saber volver (o quizá, sabré yo). Debo decir que también la imagino en la cama una de cada dos madrugadas y entre el deseo y el despecho me ganan las ganas y mis manos juegan a ser las suyas aunque a la mañana siguiente sólo esté frío el lado izquierdo de la cama y yo tenga más intención que nunca de ir a buscarla, de agarrarla fuerte y pedirle que me diga en la cara que no es cierto que nadie la besa como yo, que nadie la lame, la muerde, la desarma como yo. Que aún me halla en las noches de luna con sonrisa de gato escondida en el hueco de su clavícula. En cambio yo ya le he susurrado, pasito y con los dientes apretados, que usted es mi talón de Aquiles y que si es su piel la que me toca rindo mi ciudad sin necesidad de que enliste su ejército, aunque me encante pelear a muerte con usted, con los ojos rojos, los labios quebrados y el pecho jadeante y hacerme la fuerte cuando ambas sabemos que mis debilidades nacen y acaban en usted. Quizá lo que no le he dicho es que estoy dispuesta a librar la guerra y a lamerme las heridas solas después de cada batalla. Que no me dan miedo los amores que duelen, las esperas sin fin o los parasiempres deshojados. Que sí, que lloro por las noches pero que soy buena marinera y aprendí a navegar entre la aguasal. Que Woody Allen me enseñó que los amores más románticos son los imposibles y que Ismael todavía me canta canciones de amor. Que estoy dispuesta a tomar el papel que me asigne y que aunque no soy partidaria de los daños a terceros, estaré al pie de sus labios apenas haya bandera blanca. Que no quiero domingos por la tarde, ni bautizos de sobrino, ni té a las cinco y que hasta me gusta que amanezca sin mí. Que no quiero ser la princesa del cuento sino su cicatriz. Que aún soy una sagitario y es candela lo que me corre en las venas Y aunque usted sepa que cuenta conmigo, hasta dos o hasta diez, quizá sea en otros pechos que descubra la manera correcta de amarla a usted.

3 comentarios:

  1. "me ganan las ganas y mis manos juegan a ser las suyas" M E E N C A N T A! Amapola.

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  2. Así como con su nombre, hágame saber cuando esté acá.

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  3. Nunca dejaré de amar la manera que escribes para una mujer. Nunca.

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¡Tú! ¡Sí, tú! No te hagas rogar y coloreame un tanto..