10.29.2013

Quiero besarte.

A la gitana de todos mis fuegos,
hoy y siempre lo que no pudo ser. Y lo que sí.

Quiero besarte. Las ganas me han sorprendido a mitad de un cigarro y leyendo un texto que tú me has pasado.  Quiero besarte y me he sorprendido pero el deseo lleva un rato allí, quizá años, esperando que una noche de locura y aguasal como esta me ponga en el borde de la estupidez y la valentía. Quiero besarte temblando, muriéndome de nervios, con las manos húmedas de frío y el corazón retumbando calentura. Besarte como si fuera la primera vez, y es que en cierta forma lo es. Quiero besarte así como te quiero, fugaz, volátil e incierta. Quiero besarte con rabia pero sin prisa, apretar con fuerza la palma de mi mano en tu nuca y entrelazar los dedos en tus crespos morenos para que dejen de temblar. Quiero un beso apremiante, de esos que no dan espera, que no preguntan. Quiero besarte y que sea una guerra, quiero que caigan todos mis soldados y no atreverme a salir indemne. Quiero que mi beso sea un grito, que duela, que muerda, que pregunte incesantemente en tu boca sabiendo que no va a hallar otra respuesta que tu lengua si es que tengo suerte. Sabiendo que tú no tienes las respuestas que busco. Quiero besarte y que me preguntes también, que me llenes de dudas, que me incomodes la calma. Quiero besarte con rabia mientras te abrazo para que me sientas tiritar, para confundirme en tu cuerpo. Quiero besarte y desdibujarme en ti. Quiero besarte porque te amo y no te tengo, porque no quiero tenerte, porque no me tengo a mí tampoco. Quiero que me sientas allí, vulnerable, desnuda de palabras, de misterios, de historias. Quiero llorar mientras te beso, que tu saliva se mezcle con mis lágrimas y tus labios me sepan a sal.  Quiero reír también y que las carcajadas nos interrumpan y nos llenen de movimiento el esternón. Quiero besarte y en el beso buscarte sabiendo también que no quiero encontrarte, que quiero perderme, que quiero por ese instante ser sólo beso y después ya veré si me muero de ganas de besarte otra vez. Quiero desconocerte en ese beso, quiero que seas de quién me enamore y quién amo, quiero que seas todas esas mujeres distintas que eres, que fuiste, que serás y que entre el choque de labios, de dientes, de lenguas salgan todas las mujeres distintas que soy. Quiero que todas ellas te besen. Quiero tatuarte ese beso en la memoria de las sensaciones, esa memoria que ataca sin palabras. Quiero besarte con los ojos cerrados. Quiero besarte porque nunca lo he hecho antes, quiero besarte con la boca sabiendo a tabaco y tequila, con el alma inquieta, con miedo. Quiero besarte para espantar el miedo, para volver a existir, para que duela un poco. Quiero besarte tímida y fiera a la vez, quiero besarte desde mis entrañas, desde mi estómago que ruge, desde mis pulmones llenos de mar. Quiero besarte y sentirme ingrávida. Quiero besarte sin futuros, sin esperanzas, sin pretextos, sin por qué. Quiero besarte para dejar de querer hacerlo porque sólo quiero besarte una vez.

10.17.2013

Carta al huracán en que se ha convertido tu risa.


Te quiero. Te quiero lejos, pero te quiero. Te siento de lejos paseando por las calles de una ciudad que aprendí a amar con alguien que no eras tú, en una ciudad que ahora se ha convertido en la ciudad de la furia, inhóspita, en la que no encuentro cabida como no la encuentro tampoco dentro de mí. Rompí todos mis espejos, uno a uno, terminando contigo. Fuiste el último espejo que rompí, porque en vos me veía con una claridad tan abrumadora que ni siquiera cerrando los ojos podía librarme de mi reflejo en tu pupila. Y no soportaba ese monstruo grandioso y terrible en el que me convertí ante ti. No soportaba ver esa imagen que se iba ajando con cada semana que pasábamos en ese vaivén de no saber si ir o quedarnos, en ese vayven que siempre tuvo más de va, que de ven. Por eso le escribo esta carta a tu risa y no a vos. Nunca a vos. A tu risa que cambiaba de forma como me siento yo ahora que no me veo y me levanto cada día con una nueva piel, tu risa de niña pequeña, de travesura, de ganas y hasta de felicidad. A tu risa cantarina, como de viento, que ahora para mí se ha convertido en un huracán y pasó de despeinarme los complejos a tumbarme la voluntad. A tu risa que ya no se acompasa con la mía y que sabrá entender ahora porque no quiero verte, porque cierro los ojos con fuerza y me comunico a través del sonido de mi propia risa que es el único sonido que no ha quedado resquebrajado por tu ausencia. Porque el oído, yo que siempre he sido tan visual y vos que siempre has sido tan táctil, es el único sentido que puede ahora comunicarnos. Sólo tu risa entenderá porque tengo que correr con las pocas maletas que logré sacar del hogar que me había hecho en tus costillas. Tu risa que se ha quedado engarzada con un poco de la mía (hace poco oí una grabación de las dos y no supe distinguir quién reía). 

Le escribo a tu risa porque ella fue la única que siempre me supo responder.

(Celebro sin vos otro 11 y 6.)

10.12.2013

Cuento de mar.

No lo quiero, decir que lo quiero sería atreverme demasiado y no sé si usted valga los riesgos. Para quererlo habría de conocerlo y no me interesa. Prefiero decir que me gusta. Y que me gusta gustarle aunque usted no vea en mí el viaje que he emprendido y sólo le llegue el murmullo quedo de mis mareas y arreboles cuando suelto mi pelo sobre su almohada. Gustarle aunque sólo oiga mitos de mis andanzas y me dibuje con los ojos cerrados, la luz apagada y la punta de la lengua, y que lo que le gusta sea ese dibujo a retazos de mí. A veces me dan ganas de mostrarle mis heridas de viejas guerras de piratas y contarle de esa vez que me topé con un viejo lobo de mar que todavía me caza en pesadillas, pero prefiero esperar a que pregunte y si pregunta tal vez inventaré una historia con sirenas y argonautas en vez de la verdad. Probablemente este viaje no quiero compartirlo con nadie, el exilio me ha vuelto huraña y embustera y sólo soporto la compañía permanente de la corriente de este mar que es tan embustero como yo. No me interesa quererlo y dudo que a usted le interese quererme, pero no quiero que se vaya. No aún. Quiero jugar con usted a halar y tirar, tirar y halar como juega la luna con las mareas. A verlo llegar en su barquito de origami y anclarlo entre mis piernas un rato y besarle la esquina de la mandíbula para después encender un cigarrillo y mirar las sombras mientras nos mece el vaivén incesante. No sabe usted cuánto me gusta la palabra vaivén, va y ven, ir y venir constantemente y nunca saber si su ruta lo va a traer a la misma esquina del mundo porque aunque preguntara en qué dirección va, mi brújula siempre se avería y no cargo anclas o lastre para esperarlo en el mismo lugar. Quiero otearlo, presentirlo, verlo entre la bruma del horizonte y saber que ya voy a llegar a usted por el vuelo circular de las gaviotas sin estar jamás segura de si podría encallar pero sabiendo que jamás voy a desembarcar, que prefiero esperarlo a medio camino y que se nos mezcle el agua con la arena y nos raspe las rodillas. Quiero seguir antojándome de usted y que me hinche las velas de viento y revolcarnos en olas de sábanas hasta que se nos pierdan las estrellas. Quiero que usted sea uno de mis cuentos de mar.