Cuéntame,
¿qué te pasa?
No creo que esto que me pasa se pueda contar, voy a caer
irremediablemente en clichés de fríos y fantasmas, de desganas, soledad y té,
pero te lo diré:
No me reconozco en el espejo, no estoy andando el camino que
tracé y no tengo explicaciones. Me esperan las pastillas en la mesa de noche, un
hombre que dice quererme y besos sin morder.
¡Y no quiero! O quiero sin querer. Quiero este frío que me
atenaza las noches más que la tibieza de alguien más. Quiero besar con fuerza,
con rabia, con prisa. Quiero que duela. Prefiero sentirme mal a sentirme bien
sin sentirme, a sentirme aletargada, amodorrada. No quiero soltar mi tristeza
aunque me queje de ella y no espero que nadie entienda.
No necesito que nadie entienda.
(Pero sería lindo tener con quien compartir el café, la
poesía y las ganas.)
Ten calma.
Trata de tenerla. ¿Sí?
No me gusta la calma. No la quiero. Quiero los arreboles, el
mar arrebatado, la tormenta. Quiero sentir los terremotos en las rodillas, el
ciclón en el pecho, las ganas de correr en los tobillos. Si es sana la calma
prefiero esta enfermedad, sus insomnios, sus calambres, su calvario.
Prefiero pertenecerle a ella, a la locura, a no pertenecer a
nada. Soy dueña de mi inconstancia y mis deshoras, nunca soporté la espera.
No sé qué decir,
Ha sido un gusto
cruzarnos en el camino.
Esa frase me ha sonado a despedida. No, no te vayas, no
soporto más ausentes. Los oigo como árboles que caen, ¿sabías? Cuando se
quiebran hacen un ruido monstruoso en las noches. Cuando me quiebro, soy monstruosa
en las noches. Escóndete, aléjate, incluso déjame huir un poco pero no te
vayas.
No soy compañía. Te estoy pidiendo que no te vayas pero yo no voy a quedarme,
no podría. Ni aunque quisiera podría. Quiero que estés, que existas, que te
dejes arrastrar por mis palabras. Soy egoísta, soy caprichosa, quiero que me
leas, que me abraces, que te enredes en mi pelo. ¡No me habites! No hay dónde,
estoy llena de mujeres, de mitos, de entuertos, de fantasmas. Aquí ya nadie
cabe.
No te quedes pero búscame, búscame aun sabiendo que no vas a
encontrarme. Piérdete también a ratos que estoy en huelga de reproches y no
tendría qué decir. He jurado no escribirle a los que no están. ¿Y si tan sólo
me revoloteas la soledad? Podrían compartir alas.
No sé.
¿Y si nos quedamos en
silencio?
Mejor.
…
Ey.
¿Sí?
Te quiero, sin querer. Te quiero, sin saber.
Desde mi vértigo, te quiero.
Desde mi vértigo, te quiero.
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¡Tú! ¡Sí, tú! No te hagas rogar y coloreame un tanto..