3.21.2014

Montaña rusa.

Vértigo, mareo, montaña rusa. Usted es mi montaña rusa. Cuando la toco me sopla el viento en la cara, se me enfrían las manos y se me encoje el estómago. Tengo ganas de gritar que me bajen de aquí. Incluso, a veces, efectivamente lo grito. Y luego disfruto del vacío, me deshago en carcajadas nerviosas. Y claro, a la más mínima oportunidad vuelvo a hacer la fila para subirme. Esa fila en la que yo no soy ni la primera, ni la segunda, quizá seré la tercera. No importa. Con tal de treparme otra vez a sus manos, no importa. Hago horas, días de fila si es necesario. Joder. Nunca fui de montañas rusas, ¿sabe? siempre preferí los tronquitos esos que te llenaban de agua la ropa. Eso de subir y bajar y volver a subir, de girar, de estar patas arriba no me gusta. Eso me inquieta. Usted me inquieta. Necesito tener los pies en la tierra porque siempre tengo la cabeza en las nubes. Pero usted me arrebata de acá, de las raíces, me levanta y me da tres vueltas. Me encanta. Sí, cuando me bajo temblorosa y mareada, sé que me encanta. Usted es mi montaña rusa y yo temo por el día en que se me acaben los boletos y sea hora de volver a casa.

2.11.2014

El mito del minotauro.

Me he perdido en mil espejos buscándole. Me he vestido hasta de resignación. Nunca la encontré de nuevo hasta que la vi allí, frente a mí, soplando un diente de león mientras cruzaba los dedos. “He deseado verte, guapa, y el deseo se cumplió”, dijo y su voz despertó al minotauro en mitad de mi laberinto. No necesitaba desearlo al cosmos, pensé, bien sabía que sin dudarlo yo le hubiera cumplido el capricho; y aunque el cosmos no quisiera, eso estaba haciendo. Cumpliéndole otro deseo mientras adentro todo temblabla. La bestia me embistió la garganta y entonces le pedí a ella que hiciera silencio con la mirada y se me llenaron los ojos de gritos. Encendimos un cigarro, mitad por necesidad, mitad por costumbre. Nunca ha sabido oírme las pupilas y siempre he optado por cerrar los ojos para conservar la calma. Hablaba, su voz cadenciosa decía cosas que no oí. Me llené de humo las esquinas y deseé que fuera suficiente para cegar el mito, para evitar robarle la hazaña a Teseo. Para que no se me desbordaran los cuernos y las heridas, para marear al minotauro. Entonces me alzó tirando sólo de mi mano y supe que, si me lo pedía, juraría ir hasta el cielo aunque me perdiera a mitad de camino porque siempre me gustó más desencontrarla. Y me eché a llorar, allí en mitad de las palomas, fui aguasal que navegó buscándole. El minotauro se enredó en el hilo y me atizó con fuerza las costillas. Una vez más me he perdido en mil espejos. Reboté entre paredes y callejones sin salida mirando sus ojos negros y elevé medio millón de plegarias a sus caderas para que no me encontrara el monstruo, pero ya me había encontrado. Vivía en mí. Bufaba entre el hueco que dejaban mis suspiros buscando alcanzarla. Me negué. Ella se río de algo que no alcancé a escuchar. ¡Qué linda se ve cuando ignora mis tragedias! La abracé con fuerza de mil titanes. Partió. Me he buscado en mil espejos perdiéndole, me he vestido de renuencia y quebré la brújula. Ella se ha ido, duerme el minotauro, se ha izado la mar. 

1.08.2014

XVII.


Hoy soñé con usted. Soñármela es volver un rato al lugar en el que fui feliz, inmensamente feliz. Un lugar que ya no existe aunque aún a veces insista en vivir allí. Pero durante esas horas, en ese mundo bajo mis párpados cerrados, usted vuelve a estar aquí. Y despierto en medio de la ciudad en ruinas y no puedo entender cuándo se hundió la Atlántida ¡si todo estaba allí hace apenas unos segundos!, allí estaba el templo, las calles, mi nariz en su clavícula derecha y era su cintura lo que rodeaban mis brazos. Despierto entre polvo y aún así, hay días en que no sé caminar sin que mis pasos me lleven a su ausencia. Hoy amanecí con el corazón nublado.