10.12.2013

Cuento de mar.

No lo quiero, decir que lo quiero sería atreverme demasiado y no sé si usted valga los riesgos. Para quererlo habría de conocerlo y no me interesa. Prefiero decir que me gusta. Y que me gusta gustarle aunque usted no vea en mí el viaje que he emprendido y sólo le llegue el murmullo quedo de mis mareas y arreboles cuando suelto mi pelo sobre su almohada. Gustarle aunque sólo oiga mitos de mis andanzas y me dibuje con los ojos cerrados, la luz apagada y la punta de la lengua, y que lo que le gusta sea ese dibujo a retazos de mí. A veces me dan ganas de mostrarle mis heridas de viejas guerras de piratas y contarle de esa vez que me topé con un viejo lobo de mar que todavía me caza en pesadillas, pero prefiero esperar a que pregunte y si pregunta tal vez inventaré una historia con sirenas y argonautas en vez de la verdad. Probablemente este viaje no quiero compartirlo con nadie, el exilio me ha vuelto huraña y embustera y sólo soporto la compañía permanente de la corriente de este mar que es tan embustero como yo. No me interesa quererlo y dudo que a usted le interese quererme, pero no quiero que se vaya. No aún. Quiero jugar con usted a halar y tirar, tirar y halar como juega la luna con las mareas. A verlo llegar en su barquito de origami y anclarlo entre mis piernas un rato y besarle la esquina de la mandíbula para después encender un cigarrillo y mirar las sombras mientras nos mece el vaivén incesante. No sabe usted cuánto me gusta la palabra vaivén, va y ven, ir y venir constantemente y nunca saber si su ruta lo va a traer a la misma esquina del mundo porque aunque preguntara en qué dirección va, mi brújula siempre se avería y no cargo anclas o lastre para esperarlo en el mismo lugar. Quiero otearlo, presentirlo, verlo entre la bruma del horizonte y saber que ya voy a llegar a usted por el vuelo circular de las gaviotas sin estar jamás segura de si podría encallar pero sabiendo que jamás voy a desembarcar, que prefiero esperarlo a medio camino y que se nos mezcle el agua con la arena y nos raspe las rodillas. Quiero seguir antojándome de usted y que me hinche las velas de viento y revolcarnos en olas de sábanas hasta que se nos pierdan las estrellas. Quiero que usted sea uno de mis cuentos de mar.

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¡Tú! ¡Sí, tú! No te hagas rogar y coloreame un tanto..